Más allá de la inmigración
- OPINIÓN/ María Astigarraga
- 1 may 2015
- 3 Min. de lectura

La inmigración es un tema muy actual y que nos concierne a todos. Cada día escuchamos en las noticias nuevos casos de llegadas masivas de inmigrantes a las costas europeas. La distancia que separa nuestro continente del africano es pequeña, tan solo 14 km en Gibraltar y 70 km en la costa italiana. Es por eso que España e Italia son los países que más inmigrantes africanos reciben.
Casi 57.300 inmigrantes irregulares llegaron a Europa en el primer trimestre del año, según datos de Frontex (Agencia Europea para la Gestión de la Cooperación Operativa en las Fronteras Exteriores). Esta cifra es tan alta debido a las situaciones que se viven en África y Oriente Próximo: la oleada de conflictos en Oriente Próximo (en especial Libia), la presión demográfica en África, el aumento de la industria de traficantes de personas, la emigración económica procedente de los Balcanes… Ante este importante flujo de personas, la UE tiene dificultades para gestionar sus fronteras.
Las cosas han cambiado: mientras que hace 10 años los motivos para emigrar eran económicos, ahora la mayoría de inmigrantes (un 80% según el director de Frontex) son refugiados de guerra.
Hace un par de semanas, los Estados europeos se reunieron y elaboraron un plan de retorno rápido para aquellos inmigrantes que no tuvieran derecho a pedir asilo, pero la gran mayoría provienen de Siria, Kosovo y Afganistán, por lo que pueden alegar persecución.
El hundimiento de barcos y pateras en el mar Mediterráneo ha despertado a los líderes europeos, que se han reunido para tomar medidas como aumentar el presupuesto de las operaciones de Tritón y Poseidón, que vigilan las costas de Italia y Grecia.
Europa, la cuna de la democracia y el estado del bienestar, no puede mantenerse al margen de lo que acontece más allá de sus fronteras. La situación al otro lado de los Balcanes o del Mediterráneo es crítica: numerosas familias se ven obligadas a abandonar sus países en un intento de buscar una vida mejor y escapar del caos en los que están sumidos sus estados.
Parece mentira que se pongan vallas o se recurra a la violencia contra los inmigrantes y no se utilice un poco la empatía en la política y ley de extranjería. Antes de deportar a los inmigrantes a sus países de origen deberíamos preguntarnos si le haríamos eso a nuestro hijo, vecino o amigo… ¿Por qué se trata a alguien como inmigrante en vez de como persona?
Todos los seres humanos tenemos nuestros derechos, y entre ellos se encuentran: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros” (Artículo 1); “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona” (Artículo 3); “Todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al reconocimiento de su personalidad jurídica” (Artículo 6); “Nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado” (Artículo 9); “Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país” (Artículo 13.2); “En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en cualquier país” (Artículo 14.1); y sobre todo: “Toda persona tiene derecho a que se establezca un orden social e internacional en el que los derechos y libertades proclamados en esta Declaración se hagan plenamente efectivos” (Artículo 28).
Como podemos ver, hay una larga lista de Derechos Humanos que se ven vulnerados en lo que a inmigración se refiere. Aunque, para ser más precisos, el problema parece venir cuando el flujo de inmigrantes viene de los países subdesarrollados a los desarrollados, ya que estas personas suelen necesitar más medios o ayudas por parte de los países, que no siempre están dispuestos a dárselos.
En una situación de crisis económica como la actual, podemos considerar casi comprensible que los países no puedan hacerse cargo de tantos inmigrantes (y menos los países mediterráneos, cuya crisis es aún más grave). Dado que no pueden acoger a los inmigrantes, lo mínimo que deberían hacer los gobiernos sería intentar solucionar los problemas de los países emisores.
La intervención internacional puede ser la vía para prevenir las catástrofes que se producen en los lugares fronterizos. Además, organismos internacionales como la ONU deberían favorecer la cooperación internacional y promover la paz y la seguridad en todo el mundo, además de asegurar que se respeten los Derechos Humanos
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