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La utopía de un sistema ideal

  • Laura Novella, 2º de Bachillerato
  • 27 abr 2016
  • 3 Min. de lectura

VICTORIA MANJÓN-CABEZA/ Alumno de Ed.Infantil Colegio Alameda de Osuna

Todo aquel que ha sido estudiante en España podría reconocer uno de los más grandes fallos de nuestro sistema educativo: la enorme cantidad de materia que se tiene que memorizar para sacar la nota en un examen, sin ir más allá en el propio contenido. Esto coloca a la educación en una encrucijada, pues hace más inteligente no a la persona más racional ni a aquel con buen pensamiento crítico y capacidad en la de resolución de problemas; sino a aquel que es capaz de retener en su memoria gran cantidad de datos de la manera más ordenada posible.


Esto ha llevado a reflexionar a muchos expertos y otros no tan expertos, incluyéndome a mi, que no puedo evitar comparar otros sistemas educativos con el nuestro. Se demostró que capacidades como el razonamiento, imaginación, trabajo en equipo o visión crítica, las más requeridas por las empresas en la actualidad, se fomentan más en sistemas educativos de carácter más práctico que teórico. Pero ¿qué diferencia a uno del otro? Un ejemplo de sistema educativo de carácter teórico sería el nuestro, el cual todos conocemos de sobra.


Uno de un sistema educativo de carácter práctico sería por ejemplo el finlandés, cuyos pilares fundamentales son: la valoración de la docencia y los profesionales educativos, una educación gratuita y accesible a todos, el reparto del dinero público se realiza de forma equitativa a cada centro escolar, la educación está personalizada según las necesidades y capacidades de cada alumno; los alumnos tienen tiempo para todo, pues se da importancia del juego y el recreo, las jornadas escolares son más cortas y el trabajo se hace en clase, no en casa; preparar las clases forma parte de la jornada laboral, pues al igual que los alumnos tienen menos horas escolares, ellos tienen reducidas el número de clases por día; se evita la competencia por cifras, mediante la no realización de excesivos exámenes y calificaciones descriptivas, no numéricas; se premia la curiosidad y la participación y la implicación de los padres en la educación de sus hijos. Como podemos ver, dista mucho de lo que estamos acostumbrados a apreciar todos los días. Pero no todo es negativo, los profesionales y graduados españoles tienen fama de ser unos de los más capaces del mundo, mientras que muchos criados y educados en países cuya educación es “práctica”, no tienen tanto prestigio.


Actualmente, muchos de nosotros se han visto obligados a emigrar a países donde realmente reconocen el desarrollo de nuestras capacidades. Donde por muy extraño que suene, en un sistema educativo rodeado de teoría, capacidades de razonamiento, imaginación, trabajo en equipo o visión crítica han sido valorados por aquellos países que las fomentan en sus propios sistemas, que aparentemente no deben de ser tan eficaces.


Tal vez, la solución sería una integración entre ambos sistemas, teórico y práctico, y así, enmendar el problema global actual de la escasa integración que existe entre lo que una empresa verdaderamente busca y lo que la educación ofrece. Esto sería algo así como una persona con todos los conocimientos necesarios adquiridos a través de la teoría que sea capaz de enfrentarse a un problema real surgido a raíz de la propia actividad laboral en sí, lo que indudablemente requiere cualidades como las que hemos destacado.


Lamentablemente, todavía distamos de este sistema “ideal” tanto que puede parecernos hasta utópico, pues cuestiones como corrupción, crisis económica u otros temas de actualidad candentes quitan el protagonismo a un sistema educativo que ahora mismo prende de un hilo, que no se sabe en qué puede llegar a deparar.


 
 
 

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